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A Osasuna le salió el plan a la perfección… otra vez. Cuatro salidas y cuatro victorias. Unos números así no son casualidad. Arrasate lo tenía claro. Modificó su habitual dibujo para jugar con tres centrales y poblar el interior de jugadores. Concedió la posesión al Villarreal, que se intuía que de otro modo también la dominaría, pero a cambio le cerró todos los espacios. A los de Emery, que al minuto y medio amenazaron con un remate de Parejo, les costaba un mundo encontrar un resquicio.

Eso sí, la idea de Arrasate no se reducía sólo a eso, sino a lanzar a sus laterales al ataque cuando se pudiese. Y así nació el 0-1. Centró Nacho Vidal desde la derecha, recogió el centro Manu Sánchez llegando al segundo palo y se la dejó suave a Lucas Torró para que marcase llegando desde atrás. De pizarra.

En esa primera parte, el plan visitante salió a la perfección. Sergio Herrera apenas pasó apuros –un gol anulado por un choque del meta con Gerard Moreno y después una parada a un disparo de Trigueros- y Osasuna tenía maniatado a su rival.

Tras el descanso, Emery movió ficha, aunque sin modificar el sistema. Con Coquelin evitó el peligro de la tarjeta que tenía Capoue y con Pedraza quiso ganar algo de peso en esa banda. Y lo hizo. Tanto que el empate fue tras un pase suyo que Gerard Moreno convirtió en un golazo con una espectacular volea.

El plan que tan bien había salido en la primera parte, se desmoronaba en la segunda. El Villarreal metió una marcha más a su circulación de balón y, a la vez que creaba más ocasiones, impedía las salidas con peligro de Osasuna.

Pero los rojillos son un equipo que cree mucho en sí mismo. Y esa fe, muchas veces, mueve montañas. Es un equipo que exige mucho. Eso hace que cada error se castigue y eso le ocurrió a Mandi. Falló en un pase atrás y lo aprovechó Chimy Ávila, que acababa de salir por la lesión de Kike García, para marcar el 1-2. En el tramo final, el Villarreal se lanzó a por el empate y lo tuvo en un disparo que Herrera desvió al palo en el último instante.

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