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El último zarpazo lo dará el de siempre, el presidente. Pero el golpe de Vallecas es el que deja malherido a Míchel. Con cero puntos en cinco jornadas y un gol en su casillero, el rumbo del Getafe no invita al optimismo. En un estado de nerviosismo evidente y con una alineación poco convencional, se convirtió en la presa perfecta para un Rayo que supo cuándo lanzar las garras y que festejó el debut de Falcao por todo lo alto.

El Tigre saltó al césped en el minuto 71 y en el 81′ ya alzaba los brazos al cielo celebrando un gol. Un conductor profesional conduce, un panadero hace pan, Falcao marca goles. Es su profesión y aunque un día se jubile lo seguirá haciendo. El pase de Pathé Ciss fue un caramelo, pero el control y el remate del colombiano fueron un ataque de nostalgia.

El 3-0 acabó por desesperar a un Getafe incómodo desde la charla técnica. Había quedado con el Rayo a la hora de comer y la cita no pudo ir peor. Hasta Cordero Vega se empeñó en ello. El saludo fue cordial, incluso pasional. Enes Unal estrelló un balón en el palo en el primer minuto, Djené soltó un manotazo en el área a Nteka poco después y en el 9′ Trejo reposó el balón en el fondo de la red desde los once metros. El inicio prometía emoción, una conversación encendida y fluida.

Pero la lesión de Jankto, que se tuvo que ir en camilla, fue el típico chiste malo, el comentario desafortunado que enfrió el ambiente y se cargó la cita. El resto de la velada fue aburrido, tosco y áspero. Además el árbitro se empeñó en interrumpir continuamente, cortando cualquier posibilidad de volver a encender la chispa. “¿Ya saben qué van a tomar?, ¿la bebida está suficientemente fría?, ¿el mantel es de su gusto?, ¿quieren más pan?, ¿les he contado lo de mi operación de fimosis?”. Un afán de intervencionismo en un juego qué él debía controlar que fuese fluido y que llenó de baches. 36 faltas y 13 tarjetas amarillas en un partido sin juego duro.

Al final, con el Getafe a un mismo tiempo necesitado por ir arriba y atenazado por esa necesidad, el Rayo encontró el camino al 2-0, obra de un Pathé Ciss que empieza a ser una cosa imponente e importante. Ese gol, y el que logró al poco Falcao, sumen a Vallecas en ese estado de euforia triste en el que la afición piensa lo que podría estar disfrutando con su equipo. Una nostalgia autoimpuesta en la que la tristeza por lo social codifica la fiesta deportiva que se adivina detrás de las rayas de la pantalla.

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