Una guía para los fanáticos para entender a los New York Mets

EN LOS CORAZONES Y MENTES de los fanáticos de los Mets, todas las temporadas de béisbol terminan dos veces. Está el momento en el que oficialmente ha terminado (con la eliminación matemática) y el momento cuando, viendo en retrospectiva, debimos darnos cuenta de que ya había terminado. En teoría, los Mets del 2021 no quedaron eliminados como contendores a la postemporada hasta el 25 de septiembre; sin embargo, eso solo servía a los efectos del informe forense. Según la web FanGraphs, las probabilidades de que los Mets clasificaran a los playoffs eran del 89% para el 16 de junio, dejando un mero 11% de probabilidades de que los Mets desperdiciaran la campaña el mejor estilo Mets. Ese 11% bastó y sobró.

Para el momento en el que los Mets quedaron fuera de contención, el equipo alcanzó un logro ambicioso, incluso para los altos estándares de una franquicia reconocida por sus metidas de pata: terminaron con récord inferior a .500 a pesar de haber encabezado la División Este de la Liga Nacional durante más de media temporada, a pesar de encontrarse entre los clubes favoritos de los apostadores como posibles campeones de la Serie Mundial. Por largo tiempo, los Mets se han especializado en hacer cosas que ningún equipo durante toda la era de expansión del Béisbol de Grandes Ligas ha hecho jamás. Y en 2021, por Dios, lo hicieron de nuevo.

Durante gran parte de la temporada, hasta bien entrado el verano, yo era un escéptico esnobista con respecto a este colapso de los Mets en particular. ¿Llaman a esto ‘colapso’? Esto no es nuestro mejor trabajo, ni remotamente. Verán: soy una especie de experto en implosiones de los Mets. Incluso podrían decir que escribí el libro sobre el tema. Se titula “So Many Ways to Lose: The Amazin’ True Story of the New York Mets — The Best Worst Team in Sports,” (“Tantas formas de perder: la asombrosa historia verdadera de los New York Mets, el peor equipo de todos los deportes”) que salió al mercado antes del inicio de temporada. Una temporada en la cual (lo digo sólo con la intención de que comprendan la gravedad del engaño sufrido) tenía plena certeza que terminaría con los Mets coronados en la Serie Mundial.

No fue así. Y, porque hablamos de los Mets, la cosa se pone peor: la temporada podría incluso terminar con un título de Serie Mundial para los Atlanta Braves o los St. Louis Cardinals. Se evitó el peor escenario posible; aunque basta decir que las tres franquicias más detestables de todo el béisbol volvieron, nuevamente, a clasificar a los playoffs, mientras que los Mets volvieron a quedarse fuera. Ya en abril recibía mensajes de textos, tuits, correos electrónicos por parte de amigos y otras malas personas que forman parte de mi vida: ¿Cuándo sale la segunda parte? ¡Podrías escribir todo un libro sobre esta temporada! Podrías titularlo: ‘La resonancia magnética no dio indicios de lesión’, o quizás: ‘Hicimos nuestra diligencia debida’. Ja. Ja. Me rompía los nudillos después de un blown save de Edwin Díaz y compartía la leyenda del hombre llamado Armando Benítez.

¿Por qué tardé tanto en darme cuenta de que ocurría algo realmente especial? ¿Cuándo exactamente debimos habernos dado cuenta de que esta temporada terminaría como tantas otras? La luz de mis ojos se apagó el 13 de septiembre en el Citi Field, en la parte baja del primer inning, cuando el pitcher de los Cardinals Adam Wainwright decidió escenificar una improvisada nueva versión de mi peor momento como seguidor de los Mets, ponchando con las bases llenas a Jeff McNeil, en busca de otro desolador abanicado con tres pitcheos. Después del partido, que terminó con victoria 7-0 de los Cardinals, Wainwright tomó su salero y se detuvo frente a la herida abierta, para empezar a arrojar sal inmisericordemente: “Me gusta la nostalgia”, comentó a los periodistas. “Creí que los fanáticos de los Mets querían verme, en una situación con bases llenas, lanzar dos curvas y un cambio de velocidad… le di a la gente lo que quería”. El 13 de septiembre, por coincidencia, también es mi cumpleaños. Te dije que no quería regalos de tu parte, Adam Wainwright.

Aunque siendo sinceros, ya los Mets estaban acabados para ese momento. Otro candidato es el 29 de agosto. Uno, dos, tres, cuatro, ¡Javier Baez declara la guerra de los pulgares! Toda la telenovela se desarrolló de forma 100% predecible: un tonto ciclo de 24 horas de hiperventilación, seguido por el llamado de los fieles del Citi Field para que Báez saliera del dugout y recibiera una ovación en menos de dos semanas. Dicho en otras palabras: los pulgares abajo terminaron con pulgares arriba, así que tampoco este es el día.

Siguiendo con el tema: los Mets de 2021 fueron un equipo por encima del promedio, con una ventaja frágil dentro de una división débil. El 17 de julio, perdieron al mejor pitcher sobre el planeta Tierra (Jacob deGrom) y a su pelotero titular más talentoso (Francisco Lindor) en un lapso de 93 minutos, ante un inminente periodo que incluía 13 partidos contra Dodgers y Giants, los dos mejores equipos de la Liga Nacional. Los Mets sumaron récord 2-11. Siete de dichas derrotas fueron por la mínima diferencia. Cuando todo terminó, los Mets estaban a cinco juegos por debajo de .500, terceros en el Este de la Nacional, a 7 ½ juegos de desventaja de los Braves, equipo que sumó nueve triunfos al hilo.

17 de julio. Ese fue el día.

Excepto que… estos son los Mets, lo que significa que esta ha sido una pregunta con trampa desde el inicio. Su campaña terminó antes de siquiera iniciar. Y el destino quiso que el momento preciso quedara capturado en video. 10 de marzo: la periodista Deesha Thosar del diario New York Daily News publica imágenes de los Mets terminando una rutina de fildeo de 27 outs con una simulación de la celebración tras la victoria en una Serie Mundial. Gritaron y saltaron, lanzaron los guantes al aire, chocaron entre ellos, todo el protocolo. Era un ejercicio de visualización, similar a lo que hacen los atletas profesionales todo el tiempo. Sin embargo, se supone que los ejercicios de visualización deben hacerse discretamente, mentalmente; en vez de hacerlo frente a las cámaras, al unísono, como si fueran peloteritos de Pequeñas Ligas que acaban de escuchar cómo un camión de helados se acerca a ellos.

“Sólo era un tema de altas expectativas para el equipo”, me comentó McNeil antes de un juego en Boston, con el propósito de explicar el peculiar ejercicio. “Y allí es donde queremos estar a fin de año, entonces…” McNeil es un hombre racional. Habla en el idioma del porcentaje de slugging esperado. No piensa en el karma. “Solo fue una idea que alguien tuvo. Olvidé quien fue”.

(Fue Tony Tarasco, nuevo coach de primera base de los Mets. Siento el deber de mencionar que Tarasco fue elegido en el draft por los Braves y fue producto de su sistema de granjas, y si bien jugó durante su carrera como pelotero activo con seis otros equipos, incluyendo a los Mets… si una vez fuiste de los Braves, siempre serás de los Braves).

“No participé (olvidé dónde estaba) pero sí recuerdo lo que comentas”, expresó el receptor James McCann a mediados de septiembre. “De hecho, ni siquiera había pensado en ello hasta que lo mencionaste. Pero no creo que los peloteros, como equipo, vamos a mirar atrás y decir: ‘Oh, no debimos haberlo hecho’.”

Así es como uno se da cuenta de que McCann era nuevo en la ciudad. Aún no lo sabía. Era tan ingenuo. ¿Y yo? La primera vez que vi ese video, supe con certeza que me trolearían con él en octubre.


EL 14 DE SEPTIEMBRE, menos de 24 horas después de que Wainwright hiciera micción sobre la tumba recién cavada, los peloteros de los Mets volvieron a saltar al césped del Citi Field para efectuar rutinas previas al juego, y vaya que estaban contentos. Bromeaban. Atrapaban roletazos en posiciones que no suelen jugar. J.D. Davis y el jardinero izquierdo Dom Smith se turnaron para ver quién podía lanzar la pelota más lejos en dirección a los asientos negros del jardín central. Davis lo hizo primero, para después reírse cuando Smith tomó ventaja de 15 pies de distancia.

Miren, a nadie le agrada la Policía de la Intensidad. Nadie necesita voltear las mesas del clubhouse o insultar a los compañeros de equipo; sin embargo ¿no podían, al menos, mostrar un poco de furia? ¿Cierta decepción? Aquí me encontraba, un hombre adulto con dos hijos, sólo un tonto fanático del béisbol, y me sentí deprimido durante todo el día. Habían puestos de trabajo en juego. El mánager Luis Rojas, a quien le he profesado afecto, estaba a punto de ser despedido, todo porque los Mets no podían batear. El right fielder Michael Conforto, quien soltó dos cuadrangulares en el Juego 4 de la Serie Mundial de 2015, en su campaña de novato; y que en un universo justo se retiraría como pelotero de los Mets, podría jugar con otro equipo la próxima temporada. Todo muy mal, amigos.

Estos Mets no son un equipo de flojos. Les encanta jugar y les encanta ganar. Dios sabe que tienen defectos, pero la falta de empeño no es uno de ellos. Jugaron 66 partidos definidos por una carrera y su récord en extra-innings es 11-7. Desde hace tres temporadas, una de las señas características de este equipo ha sido luchar hasta el último out, sacrificando las cavidades nasales para embasarse y romper a pedazos la camiseta del héroe que asegura los triunfos. Luego de una victoria en la que dejaron al terreno al rival en mayo pasado, no uno sino dos peloteros de los Mets, el inicialista Pete Alonso y el lanzador David Peterson, se fueron de bruces intentando saltar la barda de la cueva. Una de las razones por las que los abucheos de la afición ofendieron a Báez en particular es porque no se trataba de que Lindor no lo intentase. No es cuestión de esfuerzo. Es un tema de temperamento. Los Mets del 2021 no mostraron señas de maldad. Son un grupo de chicos buenos que se llevaban maravillosamente bien y la pasaban tremendamente jugando al béisbol. Vaya osadía, ¿no?

Es desalentador amar un equipo que no es suficientemente bueno, razón por la cual los seguidores de los Mets se sienten más desgarrados que de costumbre por esta época del año. Obviamente, no esperamos anillos. Un viaje divertido que nos dé algunas risas, emociones y gritos; eso nos basta. El caos siempre ha rodeado a este equipo; sin embargo, no dejaban de demostrar serenidad dentro del terreno o el clubhouse.

En todo caso, este grupo de peloteros de los Mets se agradaban demasiado. La gente que vive dentro del ámbito deportivo tiende a hablar sobre el liderazgo con frases fáciles y lugares comunes. Los clubhouse ganadores no tienen un solo líder; cuentan con tres o cuatro, y cada uno lidera a su propio estilo. El clubhouse de los Mets está lleno de líderes; aunque todos tienen temperamentos similares. Alonso es la personificación de la positividad. Brandon Nimmo es el hombre más feliz que jamás haya vestido el uniforme de los Mets. Lindor mostraba una inmensa sonrisa, incluso mientras me cortaba la palabra para terminar una entrevista. (“Hermano”, me afirmó, poniendo su mano amablemente sobre mi hombro. “Debo irme”). Todos adoran a Dom Smith y Dom Smith adora a todos. Marcus Stroman, un guerrero consumado, estudiante del pitcheo, atleta excepcional y el Jugador Más Valioso de esta temporada de los Mets, te bloqueará en Twitter si aportas alguna vibración negativa a su timeline. (Por favor Stro, no me bloquees. Te quiero). Era un capullo sellado con optimismo y autoestima, y tenían tanta fe en que la química equivale a la victoria, que a veces no parecían darse cuenta de que la temporada se les escapaba de las manos.

A medida que los Mets del 2021 se desmoronaban sobre el diamante, los aficionados disfrutaban de una nueva serie de documentales de 30 for 30 sobre los Mets que ganaron el título de Serie Mundial de 1986, denominado “Once Upon a Time in Queens”. A veces me sentía como si presenciara una resonancia magnética de cuatro horas, practicada sobre la columna vertebral de los Mets de la actualidad. ¿Quién es el Keith Hernández de este grupo? ¿Dónde está su Gary Carter?

“Creo que, probablemente, el hombre que nos hizo falta este año es [alguien que diga]: ‘OK, ya basta. Hora de trabajar”, me comentó el relevista Aaron Loup. “Porque todos sabemos que todos lo intentan, y siempre te dicen las frases bonitas de ‘lo conseguirás el próximo juego’. Pero, en algún momento, necesitas escuchar: ‘Muy bien, basta ya. Hora de esforzarse”. En el equilibrio delicado que se necesita en la construcción de un clubhouse, hombres de la talla de Loup, que jugaron en la Serie Mundial de 2020 con los Tampa Bay Rays, que disfruta tanto de la cerveza Busch Light al punto de que viste la camiseta que lo demuestra; son tan indispensables como los Keith y los Gary. Su temporada, en la que laboró desde el bullpen, fue totalmente digna de un deGrom, sumando efectividad de 0.95 en 65 apariciones. Se trata de entender qué le faltaba a los Mets, no lo que ya tenían.

“Realmente, no tenemos un tipo que exija responsabilidades a los demás”, me comentó McNeil. “Quizás es algo que necesitamos”. ¿Es esencial para ganar? Quizás sí, quizás no, me respondió. Aún no ha ganado nada. Aunque sí sabe lo siguiente: “Nunca he tenido algo así con los Mets. En tres o cuatro años, nunca lo he tenido realmente”.

En 2019, bajo el mando del coach de bateo Chili Davis, la ofensiva de los Mets fue una de las mejores en la historia de la franquicia. Alonso soltó 53 cuadrangulares hacia los cielos, récord para un novato en Grandes Ligas. Cuatro peloteros de los Mets sumaron 20 bambinazos cada uno. Todos, con la excepción de uno, siguen jugando con el equipo. Antes de la temporada 2021, la mayor queja sobre los Mets radicaba en la escasez de profundidad de su pitcheo tras deGrom, y en su defensiva detrás del pitcheo. Sin embargo, anotar carreras… eso no sería un problema.

Y por supuesto, anotar carreras resultó ser un problema grave. Durante el primer mes de la temporada, los potentes Mets sumaron cinco carreras en apenas tres ocasiones. Lindor bateó para .182 con un jonrón y tres impulsadas. El 1º de mayo, después de un breve estallido del bateo de los Mets, un nuevo personaje ingresó a escena: Donnie Stevenson, misterioso instructor de bateo a quien Alonso, y después Conforto y Ninmo, atribuyeron la solución de los problemas al plato de los Mets.

El caso es que Donnie Stevenson nunca existió.

Stevenson fue la creación ficticia de un clubhouse bromista; y por pocos días, hizo que todos sonrieran, hasta que los bates de los Mets se vinieron abajo y el nuevo e impaciente dueño de los Mets cesanteó a Davis. De repente, hablar de Stevenson ya no era tan gracioso. Alonso afirmó haber llorado al enterarse del despido de Davis. Davis se preocupaba en voz alta de que el lento inicio de campaña de Lindor le costara su empleo. Lindor no disentía de ello. Davis fue sustituido por Hugh Quattlebaum, hasta entonces coordinador de bateo, con un nombre tan espléndidamente Mets que conjuraba recuerdos de J.J. Putz, y cuya filosofía basada en los datos estadísticos representa un brusco giro de 180 grados de las enseñanzas de Davis. Durante el resto de la temporada, la mayoría de los peloteros de la alineación ofensiva se veían perdidos. A medida que la primavera daba paso al verano y las carreras seguían brillando por su ausencia, la terca autoestima de los Mets comenzó a parecerse más a un autoengaño. Para la conclusión de temporada, los Mets quedaron en el puesto 27 en carreras anotadas y el 29 (penúltimo de todo el béisbol) en imparables. Eso no es una aberración. Fue simplemente pésimo.

“Creo que hay que analizar el hecho de: ‘¿este grupo ganó partidos?'”, expresó Conforto con voz serena antes de un juego en Fenway Park, donde los Mets fueron arrollados en par de ocasiones y concedieron un humillante cuadrangular digno de Pequeñas Ligas. “Durante los últimos tres o cuatro años, no hemos ganado un montón de partidos; no los suficientes para ascender al siguiente nivel, y eso es algo en lo que debemos sincerarnos”.

deGrom también muestra vibraciones de tranquilidad; al menos, lo hace cuando no le toca lanzar. La confrontación no es su estilo. Cuando está sano, tiene una sonrisa permanente, como si las debilidades de los seres humanos normales le divirtieran. Esa sonrisa desapareció para la segunda mitad de la temporada, a medida que los traspiés se acumulaban, para ser sustituida por un ceño fruncido.

“Esto ya aburre”, llegó a prácticamente escupir en una ocasión. Durante una tensa declaración a principios de agosto para informar los avances de su estado físico, deGrom cambió su discurso para hablar en tiempo pretérito (“Creo que tenía la mejor temporada de mi carrera”). Pocas semanas después, Alderson reveló que, contrario a lo que informaron previamente los Mets, una de las múltiples resonancias magnéticas practicadas al pitcher ese verano, de hecho, mostraba una lesión. Se trataba de un ligero esguince del ligamento colateral ulnar en su codo y, ciertamente, adhiriéndose al concepto técnico, Alderson indicó que un “esguince” es un “desgarro”. En otras palabras: Jacob deGrom tenía una fractura en el ligamento de su codo de lanzar. ¡Pero todo estaba bien!

“Sé lo que se dijo”, expresó posteriormente deGrom a los periodistas, visiblemente encolerizado, “pero mi ligamento está perfectamente bien. No habría lanzado si tuviera problemas en mi ligamento”.

Es difícil saber con quién estaba más enfadado deGrom: con nosotros por picotearlo constantemente; o con Alderson, por haberle dejado con los platos rotos. Fue una actuación torpe e innecesaria.

“A veces, uno desea que sólo se tratara del béisbol”, afirmó Conforto antes de un juego disputado a finales de septiembre en Fenway Park. Conforto era novato en 2015, su primer año con los Mets; por lo que ha visto muchas cosas. A pesar de ello, 2021 parece haberle destrozado. “Deseas poder solo llegar al estadio y concentrarte en lo que ocurre en el terreno”.

“Mira a todos los equipos exitosos”, me comentó J.D. Davis pocos días antes de ese partido. “Mira a los Dodgers. Mira a Boston. Los Yankees. Hemos pasado por… ¿qué? Tres managers, tres gerentes generales, dos dueños en aproximadamente ¿tres años? ¿cuatro años? La locura es… sí, a veces hablamos de ello. Claro que lo hacemos”.

Se ríe al estilo Mets más mordaz.

“Quiero decir, cuesta no hacerlo. Decimos: ‘Muy bien, creo que eso es lo que sucedió hoy'”.


EL AUDITORIO EN EL Citi Field, donde los ejecutivos de los Mets llevan a cabo conferencias de prensa, en el piso superior deL Gil Hodges Gate, con vista a la Rotonda Jackie Robinson, es una de las pocas salas del estadio que no lleva el nombre de nadie. Dada la agenda del día, probablemente esto fue lo mejor. No valía la pena correr el riesgo de verse obligado a alertar a los periodistas de que el funeral de los Mets de 2021 se llevaría a cabo a las 5:30 p.m. en el Auditorio Hernandez.

Alderson es tan admirado como los ejecutivos de los Mets, lo que quizás sea un cumplido atrasado, pero la verdad es que sería una leyenda en cualquier oficina principal. Construyó la dinastía de finales de la década de 1980 de los Oakland A’s. Siempre ha sido el hombre firme del béisbol que saca a los Mets del abismo, ya sea Bernie Madoff o los Wilpons, y la razón por la que los Mets tienen un núcleo tan agradable y talentoso es que él lo armó. El actual vicepresidente ejecutivo de operaciones de béisbol de Oakland, Billy Beane, a quien los Mets reclutaron al salir de la escuela secundaria, supuestamente lo adora, lo que podría ofrecer esperanzas de que Alderson pueda lograr atraerlo. Esta es su misión final: guiar a la franquicia de nuevo a un prado seguro. Siempre ha sido un custodio reacio para los Mets, por lo que quizás se merece ese contexto antes de enumerar los humillantes desastres de personal, uno tras otro, que ha presidido desde que regresó a los Mets en septiembre pasado.

Primero, estaba el mánager Mickey Callaway, quien duró dos temporadas irresponsables y cuyo comportamiento lascivo hacia las mujeres era un secreto a voces en paradas anteriores. Luego estaba Jared Porter, a quien Alderson contrató en diciembre de 2020. Porter duró un mes antes de que él también fuera despedido por un patrón de insinuaciones sexuales no deseadas. Alderson reemplazó a Porter con el ayudante de Porter, Zack Scott, de 44 años, quien fue arrestado bajo el cargo de conducir en estado de ebriedad a las 4 a.m. después de un evento de caridad en la casa de Cohen. Y ahora Cohen le ha confiado a Alderson que lo haga bien en su cuarto intento.

Luego está el intento de contratación que fracasó: Trevor Bauer, el ganador del premio Cy Young de la Liga Nacional 2020, a quien Alderson y los Mets creían que habían aterrizado en la agencia libre en marzo, hasta que eligió a los Dodgers en el último minuto. Aún faltaban meses para las horribles acusaciones contra Bauer, pero incluso después de Callaway y Porter, Alderson pasó por alto las señales de alerta existentes sobre Bauer. “Hubo muchas preguntas sobre Trevor Bauer que tratamos de responder, y … creo que el proceso por el que pasamos fue bueno”, dijo Alderson cuando le pregunté si los jefes de los Mets habían aprendido lecciones de esa experiencia. “Recibimos muchos comentarios, incluso de nuestros propios empleados, hombres y mujeres. Entonces, esa es una situación desafortunada. Y la buena noticia es que no sucedió bajo nuestro control”.

La buena noticia es que no sucedió bajo nuestro control. Este ni siquiera es uno de esos casos en los que una oficina principal está diciendo todas las cosas correctas y ahora se trata de retenerlas. a la cuenta. No están diciendo todas las cosas correctas. No se arrepintió. No hay reflexión sobre por qué se ignoraron las señales de advertencia, no hay razón para creer que se prestarán atención en el futuro. Si Alderson cree que surgieron buenas noticias de la persecución de Bauer de los Mets, es una muy mala noticia.

Uno tras otro, los Mets actuales se alinearon en la última semana de la temporada para decir que, a pesar de todo, les encantaría regresar a Nueva York el próximo año. Báez llamó a estos Mets “un grupo especial” y dijo que con gusto jugaría con Lindor para siempre. Stroman, que es de Nueva York y parece prosperar aquí, dijo que con mucho gusto jugaría con Báez para siempre. Los atletas siempre dicen este tipo de cosas en esta época del año, pero los Mets parecían estar haciendo todo lo posible para poner sus palabras en cursiva.

Sin embargo, Alderson siguió insinuando cambios importantes en la plantilla. Cuando se le preguntó si todavía cree que este núcleo de los Mets puede competir por una Serie Mundial, deliberadamente no dijo que sí. “Bueno, depende de cómo se defina nuestro núcleo de jugadores jóvenes”, comenzó, “y creo que ese núcleo se está erosionando”. Conforto y Noah Syndergaard, señaló, ya son agentes libres. “No estoy seguro de que tengamos el núcleo de jugadores que nos permitan alcanzar ese nivel”.

En cuanto al futuro de Javy Báez en Nueva York, la respuesta de Alderson juega de manera muy diferente en el papel que en la sala. En el papel, esto es lo que dijo: “¿Es posible? Sí. ¿Es realista? Tal vez”. Sin embargo, en la transcripción faltan las pausas casi cómicamente embarazosas de Alderson antes de cada respuesta de una palabra. Póngalo de esta manera: entré pensando que Báez volvería y me fui desamparado. Casi empeoró a medida que avanzaba Alderson. “Pero decir, ‘No, no hay absolutamente ninguna manera de que Javy Báez pueda ser parte de los Mets el próximo año’, no, no estaría preparado para decir eso en este momento”.

¿Qué podrían significar cambios importantes? McNeil y Smith tuvieron un desempeño deficiente en 2021, pero también son baratos y están bajo el control del equipo; desplegados sabiamente (400 apariciones en el plato bien curadas, frente a 700) pueden desempeñar un papel crucial en el banco. Aparte de Stroman, toda la rotación de los Mets de 2021 ya está bajo contrato para 2022. El bullpen fue una fortaleza durante todo el año, por lo que sería un lugar peculiar para dinamitar. Los fanáticos de los Mets se están preparando para la angustia cuando se trata de Conforto, y según todas las apariencias, él también. Pero si Conforto también decide regresar, ¿qué será exactamente diferente en 2022?

Un deGrom saludable cambia todo.


EL RARO TIGRE SIBERIANO solo sale de su guarida una vez al día, al final de la tarde, para tomar el sol, estirar sus largas patas tensas y volar moscas en el jardín central. Podría hacer kibitz con un amigo de otro equipo, o rodar roletazos en el campo corto, pero se asegurará de mantenerse de su lado de la barrera invisible entre el césped del cuadro y la tierra frente al dugout local, a una distancia segura de la caravana. de espectadores con sus cámaras y portátiles.

Sin embargo, para regresar a su guarida, debe cruzar el dugout, y solo hay dos puertas del dugout, por lo que, dependiendo de a cuál se dirija, la caravana se desviará en esa dirección, midiendo su paso. ¿Está desacelerando? ¿Está acelerando? No se detendrá. Parar es morir. Él podría responder una pregunta o dos mientras se desliza. Podría decir seis palabras combinadas.

Sin embargo, es astuto. Una vez lo vi deambular por la línea de la tercera base hacia los reporteros solo para saltar una valla baja en el jardín izquierdo y corretear de regreso a su guarida, sonriendo mientras los veía como un fantasma. En otra ocasión, fui testigo de cómo un reportero intentaba frenarlo. “¿Puedo hacerte una pregunta, Jake?” “No”, respondió deGrom sin interrumpir el paso. “¿Por favor?” suplicó el escritor, pero deGrom simplemente negó con la cabeza con más fuerza, como un niño que se niega a comer verduras.

Entre 2018, cuando deGrom ganó el primero de sus premios Cy Young consecutivos, y el comienzo de 2021, los Mets tuvieron un récord perdedor en los juegos en los que abrió. Fue nuestra estadística más típica de los Mets durante tres años completos: de alguna manera, el mejor lanzador de la Tierra nos hizo peor. Sin embargo, en la primera mitad de 2021, deGrom fue históricamente tan imbatible que ni siquiera los Mets pudieron encontrar una manera de desperdiciarlo. El 7 de julio, cuando deGrom hizo su último lanzamiento de la temporada, tenía foja de 7-2 con efectividad de 1.08, los Mets tenían foja de 46-38 y una ventaja de 4.5 juegos en el Este de la Liga Nacional. Su velocidad promedio de su recta era de 99.2 mph, un número que me hizo reír de asombro este verano y ahora me hace estremecer. Fue elegido para comenzar el Juego de Estrellas de la Liga Nacional, pero optó por descansar y nunca regresó. Un deGrom saludable no habría logrado simplemente cinco o seis victorias en la segunda mitad, como un as de la variedad de jardín. Él perdona a tu bullpen, alivia a tus relevistas, un impulso crucial en una era de béisbol cuando muchos abridores alcanzan un máximo de cinco entradas. Les da a sus compañeros de equipo esa rara sensación de participar en la historia viva. Tus sentidos se agudizan. Tu enfoque se estrecha. Harás cualquier cosa para no ser el tipo que lo arruina.

¿Habrían llegado los Mets a los playoffs si deGrom no se hubiera lastimado? Tienes toda la razón que lo habrían hecho.

Durante los primeros tres meses de la temporada, deGrom no fue solo el mejor lanzador de la Tierra, también fue el mejor bateador de los Mets. Esto es solo una pequeña exageración: bateó .364 este año. En junio, había remolcado más carreras de las que había permitido. Por supuesto, debido a que estos son los Mets, se lastimó un músculo lateral a fines de abril. Eso lo llevó a su primer viaje a la lista de lesionados en la temporada. Pero luego regresó y permitió dos carreras, dos, en sus siguientes siete aperturas. Estaba en el Citi Field el 16 de junio, cuando ponchó a ocho de los primeros nueve Cachorros que enfrentó, y por primera y única vez en mi vida, estaba seguro de que estábamos a punto de presenciar un juego sin hits. Luego no salió en la cuarta entrada y mi corazón se hundió. Un mes después, su temporada terminó y los Mets eran solo otro equipo que no podía comprar un hit.

“Si acabamos de perder tres juegos seguidos y es el turno de Jake de lanzar, sabías que el tapón estaba adentro”, me dijo Loup. “Está ahí. Viene a salvar el día”. Davis lo llamó “más que un puñetazo en el estómago”. El margen de error desapareció. “Necesitábamos estar con toda nuestra fuerza cuando jugábamos en Los Ángeles, San Francisco”, dijo McNeil. “Sí, fue difícil. Ese fue el viaje más grande del año”.

Durante la segunda mitad, los Mets se burlaron de nosotros con la posibilidad de que deGrom regresara antes del final de la temporada, a pesar de que podíamos leer un calendario y hacer los cálculos. Esto también fue más grande que una carrera de playoffs. En cuestión de semanas, deGrom había pasado de ser un probable ganador del Cy Young en tres ocasiones a ser un lanzador poderoso de 33 años que venía de una ruptura (muy pequeña) de la UCL que puede optar por salirse de su acuerdo que ya está por debajo del mercado después de la temporada 2022, y quién se preguntará si esta franquicia alguna vez se pondrá en marcha.

Para una superestrella muy visible que ha jugado en Nueva York durante nueve años, deGrom es una especie de cifra incluso para los fanáticos de los Mets. No hace entrevistas extensas ni comerciales de Pepsi. Creció en una parte del centro de Florida tan rural que se considera un país incluso para el centro de Florida. Disfrutaba luchando con cocodrilos bebés con sus amigos y yendo a barriles con hogueras gigantes. El ex manager de los Mets, Bobby Valentine, me lo describió una vez como un “espíritu libre”, que tal vez no sea la frase que la mayoría de la gente asociaría con deGrom, pero cuando lo ves merodear por los jardines, ves a ese tigre con ganas de volver a ser un tigre, y perdiendo la cabeza por no poder hacerlo.

“Jake siempre se está moviendo”, me dijo Conforto. “Es algo así como él”. Todos los fanáticos de los Mets conocen la historia original de que deGrom es un campocorto convertido, razón por la cual se desarrolló tan tarde como lanzador, pero la verdad es que nunca dejó de querer ser un campocorto. Los campocortos pueden jugar todos los días. Para un tipo así, resultar herido es insoportable. “Es aburrido. Es tedioso”, dijo Conforto, quien pasó una larga temporada, la última en su contrato en la lista de lesionados con un tirón en el tendón de la corva. “Tienes todo este tiempo en el que no te estás preparando para jugar un juego. No es un gran lugar para estar, y Jake definitivamente está aburrido”. McCann dijo: “Creo que cuando pasa nueve entradas y lanza una blanqueada, está súper aburrido”. DeGrom es un atleta de clase mundial, y los atletas de clase mundial necesitan competencia como el resto de nosotros necesitamos aire.

Ahora imagina prescindir de él durante dos años.


HACÍA FRÍO y estaba húmedo en el Citi Field, una pésima noche para el béisbol, y unos 20.000 fanáticos dispersos asistieron a un juego sin sentido a fines de septiembre contra los entonces sotaneros Miami Marlins estaban de pie, volviéndose locos. Así es como funciona cuando eres fanático de los Mets: en el momento después de que nos eliminen de los playoffs, comenzamos a buscar razones para volvernos delirantes nuevamente sobre el próximo año. Mucho sobre 2022 parece estar cambiando en este momento. Alderson lo dijo él mismo: el núcleo se está erosionando. La base de fans está tan destrozada como nunca la he visto porque todos sabemos que esta vez debe haber consecuencias. Hemos alcanzado los límites de la química.

En otras palabras, iba a ser necesario un gran esfuerzo para restaurar nuestra fe inmerecida esta vez. Como un reloj, los Mets lo entregaron: el regreso de Thor.

Érase una vez, estaba Syndergaard, y no deGrom, quien estaba destinado a convertirse en el dos veces ganador del Cy Young de la rotación de los Mets. Que ambos hayan resultado ser tan talentosos como se anuncia, y que los Mets aún no hayan regresado a los playoffs desde 2015, podría convertirse en el verdadero crimen de una década que comenzó con Madoff abandonando la franquicia. Para Syndergaard, ha sido un camino mucho más accidentado. Ha sido fascinante, ha estado enfureciendo. Pero sobre todo ha sido herido. Ha estado tan aburrido los últimos dos años que lanzó un club de lectura a través de su cuenta de Instagram.

Thor y deGrom han sido vecinos en el camerino desde que se juntaron a mediados de la década de 2010, y aprendimos a distinguirlos por sus melenas fluidas: Syndergaard era un dios nórdico rubio, deGrom era castaño. Thor todavía tiene los cabellos enredados en trenzas. DeGrom se puso serio una vez que comenzó a acumular premios Cy Young. DeGrom resultó ser el que persigue al fantasma de Tom Seaver, pero entre los fanáticos de los Mets, Thor siempre tendrá nuestro corazón. Su leyenda comenzó durante la Serie Mundial de 2015, cuando los Reales se opusieron a que él subiera y atacara a sus bateadores, y él respondió informándoles que podían “encontrarse conmigo a 60 pies y 6 pulgadas de distancia”. Le encantaba antagonizar a Jeff Wilpon y nosotros lo amamos por eso.

El 28 de septiembre, en el siguiente suspiro después de anunciar a través de Zoom que deGrom no lanzaría más durante la temporada, Rojas informó a los medios reunidos que Syndergaard comenzaría el segundo juego de la doble cartelera de esa noche. Lanzaría una, y solo una, entrada. Dada la justificación expresada por Rojas para inactivar a deGrom (“no tiene sentido” traerlo de vuelta ahora), la lógica de traer de vuelta a Syndergaard por una sola entrada fue difícil de cuadrar. Sin embargo, el factor humano era obvio. Syndergaard es agente libre. Ha pasado la mayor parte de su carrera en la organización de los Mets, y más que cualquier otro Met actual, ha abrazado la experiencia de ser un neoyorquino. Él y deGrom pertenecen al mismo camerino y, durante años, los fanáticos de los Mets se han estado preparando para que nos abandone por una franquicia más competente. En cambio, él es el que espera que le demos una oportunidad más.

Enviarlo a lanzar esa noche, en otras palabras, fue un acto de bondad innecesario, sin importar cómo lo describiera la gerencia de los Mets. Esta podría ser su última oportunidad de lanzar en Nueva York. Si va a hacer una audición para un trabajo el próximo año, también podría dejarlo hacerlo frente a la multitud local, dejarlo sentir ese amor una vez más. El día anterior, un fanático de los Mets en Twitter reprendió a Cohen por no ser más duro en este equipo, y de vez en cuando, el mago detrás de la cortina responde. “En este momento de la temporada”, escribió Cohen, “¿pueden pensar en algo que decir que será importante? Estoy pensando en el futuro”. Y ahora aquí estábamos, pensando en el futuro.

Justo después de las 7 de la tarde, por primera vez en dos años, Syndergaard subió al montículo al son de “Carmina Burana” de la Trans-Siberian Orchestra, y, querido lector, me dio escalofríos. De esto se trata todo para nosotros: momentos como este, cuando el regreso de nuestro hombre, nuestro Thor, de alguna manera significa más para nosotros de lo que un título jamás podría.

Syndergaard hizo 10 lanzamientos, nueve para strikes. Estaba bajo una estricta regla de no hacer lanzamientos rompientes, pero su recta golpeó las 96 mph. Ponchó a dos, retiró a los rivales en orden y salió del montículo con los aplausos extasiados de todos los fanáticos de los Mets aquí en Citi Field, en casa, donde sea que estuvieran, y todos nosotros teniendo el mismo triste y tonto pensamiento al estilo de los Mets: Está sucediendo de nuevo.

.